Lo confieso, no respeto la cuarentena, me levanto temprano con un dolor amodorrado en las piernas que me gritan caminar. Bajo a por el periódico que está a 50 metros, pero camino, por los parques del conservatorio sin música, por los columpios sin niños, hacia el hospital de los desvalidos. Veo destellos de ambulancias que transportan graves casos... Y me vuelvo horrorizado pasando cerca de las hermanitas de los pobres. Rezando por ellas sin fe. Rezando por sus pobres, porque no les entre el bicho. Apenas les separan dos casas del hospital purulento. Regreso por un colegio desértico. Una parroquia sin fieles. Llego a mi parque reverdecido. He visto desde mi ventana abrirse cada brote, despertar cada yema. Nuestra vida repetida, se ha reducido al ritmo de los árboles a la espera de un verano que no llega. Una primavera eterna a ralentí. Compro el periódico. Pago exacto para no llevarme virus en las monedas. Y regreso a casa. Mañana me volverán a gritar las piernas... Y las entrañas.
Me ha inspirado este otro de mi profe poeta Juan de La Cruz (como no) Ramos, que me manda poesia app. Y sentarme en la taza del wc. Porque la poética no está reñida con el hacer bien de vientre después de un buen paseo...
Pero escuchemos al poeta:
Pudiendo haber sido especia (alcaravea, junípero, tamarindo). Pudiendo haber sido flor (buganvilla, caléndula, dondiego de noche; de día, heliconia). Pudiendo haber sido hambre satisfecha (altramuces, cacahuetes, vainita blanda). Pudiendo haber sido hierba (cilantro, perifollo, salvia). Pudiendo haber sido verde (escarola, jengibre). Haber sido... Quisiera ser jardín, huerta, campo. No piel cancerosa ni estenosis del amor ni tuétano de soledad. Pudiendo haber sido...
Y claro, como no ha podido ser de otra forma ha surgido la discordia, el momento surrealista, en el que al compartir esta inspiración sobre la taza del váter, móvil en mano, mis primas más madrugadoras me han recriminado como mi vientre arruinaba mi posición estética.
A lo cual he respondido que ¡yo era Quevedesco! Y que por tanto procedía.
Mi prima Carmen, a quien tanto aprecio, pero que es un poco díscola la niña, me ha atacado con un: ¡Pero tú no eres Quevedo!
A lo cual contesto que quevedos traigo en mi faz, y además:
¡Quevedo es mi amigo!
Y como no tomo prestada a María Rodés la banda musical de esta entrada.